Ser de otra manera

         Con más frecuencia de lo que a primera vista pueda parecer, la dictadura del lenguaje, que somos nosotros mismos los que lo producimos, nos mete en unos laberintos de los que es muy difícil salir si nos ponemos a pensar lo que en verdad significan. Valga una expresión, cada día más frecuente, que, habiendo aparecido inicialmente en determinados discursos laudatorios, ha tomado el territorio lingüístico y social con un desparpajo sorprendente. Tanto que lo más probable es que el lector la haya utilizado o, en todo caso, escuchado en montones de ocasiones: “como no podía ser de otra manera”. Y, puestos a jugar y entretenernos con reflexiones sobre lo que se dice en una frase como esta, nos metemos en un berenjenal filosófico de padre y muy señor mío.
         Porque cuando se asegura que algo “no puede ser de otra manera” ¿qué es lo que impide que las cosas puedan cambiar de naturaleza? Esto de asegurar que algo no pueda ser de otro modo es atribuirle consistencia indefinida y lo mismo que decir que, al no poder ser otra cosa, tampoco puede no ser nada y entonces sería eterno, difícilmente se le podrían aplicar las valoraciones de verdadero o falso y nos meteríamos, por ejemplo, en lo que los profesionales del lenguaje llaman nada menos que el problema “de los existenciales negativos”. ¡Menudo lío para una columna de un periódico!, podrá decir cualquier lector. Pero simplemente se trata de darnos cuenta de los enredos en que nos meten las palabras cuando, al pensar en ellas, apreciamos su significado literal. Estamos muy acostumbrados a decir que algo como el Pegaso (el caballo con alas de los cuentos antiguos que suele servir de ejemplo) no existe o que el viaje que cuenta el vecino no se ha producido y en esa tesitura cabe preguntarse: pero, si algo no existe, ¿cómo podemos hablar de ello?, más aún, ¿cómo podemos decir que es falso… o verdadero? Esto es un existencial negativo: una frase que niega la existencia algo. Como el enunciado de que algo no puede ser de otra manera.
        Pues en esa polémica andan metidos grandes filósofos. Y no es una banalidad esta discusión, cuya respuesta incide en la matemática y en el lenguaje científico, pero sí resulta curioso cómo lo que en principio pareció una galantería acaba presentando un muy difícil problema teórico. ¿Quiere ello decir que hay muchos metafísicos por el mundo, tratando de ser corteses? Pues, sin saberlo, a lo mejor.

Publicado el día 12 de enero de 2018

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