La duda como remedio

       Tras la vorágine que los nuevos conceptos de posverdad y realidad alternativa han creado tanto en el discurso público como en el privado, tal vez sería prudente y sensato, para ir aclarando pensamientos y actitudes, echar mano de una posición teórica y práctica que el ser humano siempre ha tenido a su alcance que es la duda, la capacidad de cuestionarse todo el esquema de ideas sobre el mundo de que dispone. Introducir una cuña interrogativa en el conjunto de conocimientos que poseemos de manera que nos permita desalojar de nuestro pensamiento los absolutos, esas posiciones que, aunque a primera vista parezcan todo lo contrario, en el fondo trocean la realidad y crean multitud de puntos de vista, excluyente cada uno de ellos. Y de esta manera tantas interpretaciones disipan la verdad y la rompen. Nunca hubo dos hombres, dice un filósofo, que juzgaran del mismo modo una cosa y es imposible encontrarse con dos opiniones exactamente iguales no solo en hombres diferentes sino en uno mismo a todas horas.
         Plantear la duda, ejercer una cierta sospecha ha sido una afortunada tentación que se ha sugerido como tratamiento a las convicciones desde que comenzó a desarrollarse lo que se puede llamar la filosofía occidental. No solo porque desde el principio hubo pensadores que llamaban a esta serenidad de ánimo sino porque, a lo largo del tiempo, siempre ha habido alguien que se ha ocupado en insistir en las virtudes y los aspectos positivos y beneficiosos de esta actitud existencial. El escepticismo, que en el fondo es la desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo, consiste precisamente en esto.
        Sin embargo ya sabemos que la referida cuña de cuestionamiento de algo suele ser rechazada por la exigencia que todos tenemos de afianzar nuestra seguridad porque, como algunos han dicho, cuestiona los dogmas de la tribu en cuyos parámetros necesitamos encontrar el suelo en que apoyarnos, pero aprender a dudar implica distanciarse de lo dado y poner en cuestión los tópicos y prejuicios, cuestionarse lo que se presenta como incuestionable, viene a decir Victoria Camps. La duda, cuestionarse los fundamentos de nuestro esquema ideológico, del conjunto de nuestras certidumbres personales es el mejor (y tal vez único) camino para encontrar la verdad. En la línea que aconseja Cervantes cuando afirma que de sabios es guardarse hoy para mañana y no aventurarse todo en un día.

Publicado el día 8 de diciembre de 2017

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