Problemas en lo que se dice

        En las emisoras de radio se publicita una empresa con el argumento de que ella “no hace como las demás” de su ramo, sus competidoras, que se dedican más a la publicidad que a cumplir correctamente con su tarea profesional, cosa que la empresa protagonista asegura en su anuncio que no hace. Es decir, publicita que ella no se dedica a hacer publicidad, lo que acaba resultando una curiosa argumentación pues lleva a cabo precisamente lo que dice que no hace, apoyándose en el término dedicarse. Hacer lo que se dice que no se hace, utilizándolo como tesis para probar que no se hace lo que se dice, es una inteligente forma de competir en el debate de las ideas y, al tiempo, el manejo de un viejo sistema de confrontación dialéctica basada en una incongruencia argumental y que puede ser tachada de sofística. (Otra cosa son los resultados económicos y empresariales, si esa forma de hacer anuncios pueda ser interesante, un asunto ajeno a esta reflexión, que es exclusivamente lingüística).

        Hablar de cómo manejamos el lenguaje en nuestra vida diaria y cómo lo usamos con una u otra finalidad es una tarea de cada día que no podemos ni debemos obviar porque, a fin de cuentas, el lenguaje y la palabra constituyen casi todo lo que somos como personas. Y de ahí la necesidad de estar pendiente de cada giro lingüístico, de cada expresión. En la Edad Media, por citar un ejemplo al azar, allá por el siglo XI más o menos, pasaba lo mismo. También entonces había quienes pensaban y creían en la importancia del habla, de tal manera que hubo más de uno que estimaba que quienes se apoyaban para hacer ciencia y filosofía en el lenguaje se pasaban de listos, que, de tanto estar pendientes de la dialéctica y de la retórica, se olvidaban de otras cosas mucho más importantes, como de la teología. Y así surgieron los que se podrían llamar dos partidos, el de los dialécticos y el de los teólogos.

        Los juegos de palabras son posibles por la flexibilidad casi infinita que encierra el lenguaje, y la cosa llega a tales niveles que la precisión en el habla resulta de lo más complicado. Y cómo en tantas ocasiones una cosa es lo que nos dicen y otra lo que escuchamos. Por ello cuando nos quejamos de discursos que nos llegan llenos de trampas lógicas, conviene que seamos conscientes de que es más difícil construir una frase exacta, hablar bien, que hacerlo mal. Por mucha buena voluntad que se ponga.

Publicado el día 3 de noviembre de 2017

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