Sobrentender el mensaje

     Tras haber extendido todo su ejército por el Helesponto (y soltar unas lagrimitas de emoción por ello), cuenta Heródoto que el gran Jerjes mantenía una interesantísima plática con su tío y primer asesor Artabano, conversando sobre la vida y la muerte, las decisiones políticas… y es entonces cuando el soberano pregunta: ¿Y cómo se puede conocer, siendo hombre, lo cierto? Creo que de ninguna manera. Estamos en el siglo V antes de nuestra era, por no ahondar en testimonios mucho más antiguos, y ya hay testimonio de las dudas que ofrece el concepto de verdad en las acciones de gobierno. No es por tanto nada nuevo en la historia todo ese complejo conceptual y lingüístico que ha venido a llamarse posverdad, realidad alternativa, etc. Y, mientras Sunzi declara que el arte de la guerra es el arte de engañar, los aqueos, dice Polibio, detestaban en las guerras todo propósito engañoso, no considerando legítima victoria más que aquella en la que los esfuerzos enemigos fuesen totalmente abatidos.
       Complejo y difícil, contradictorio, este asunto de lo verdadero y lo falso, de lo mentiroso y lo indudable. El juego de la verdad y la falsedad, cuando entra en el terreno social, y en especial en el político, no solo encierra un elemento interno de coherencia, de si algo es cierto o no, sino que se constituye en un arma activa por las consecuencias que de ello derivan. Echando mano de la ya vieja distinción de Alfred Hirschman sobre conflictos indivisibles y divisibles, es decir, los de sí o no y los de más o menos, son estos últimos los que generan dudas por sí mismos, los que se mueven en un ambiente de incertidumbre. De si habló o no lo hizo, sí o no, no surgen titubeos, pero de lo que dijo o no, con el agravante de los recursos complejos que ofrece el idioma, ya es bastante más confuso todo.
       Es lo que está pasando en todo el desgraciado asunto llamado caso Lezo y la fiscalía anticorrupción. Hay hechos conocidos y reconocidos de cuya veracidad nada hay que objetar, pero las valoraciones, sobre todo si estas se ofrecen con carácter universal (todo lo ha hecho perfectamente), sí generan el mayor resquemor. Defender a alguien que a uno le puede estar favoreciendo produce el efecto contrario al deseado. Y el ambiente viscoso y el reguero de suspicacia ya no desaparecerán. Mal negocio dialéctico por tanto. (Y ejemplos como este, en el terreno de la política, los hay a miles).

Publicado el día 12 de mayo de 2017

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