De préstamos y deudas

           Si bien se mira, resulta sorprendente observar cómo el asunto de las deudas, de pagar a otro lo que se le debe, no haya tenido la debida consideración estudiosa pese a ser desde siempre uno de los indicadores más significativos de la estructura cultural. Y, habiendo sido, además, uno de los problemas que ha traído más de cabeza a lo largo de la historia a unos y a otros. Cuando se juega, medio en broma y medio en serio, a averiguar cuál ha sido el pecado más antiguo, nunca se habla de todo esto, de débitos, préstamos, pagos y escaqueos de los deudores. Y, sin embargo, desde las tablillas y los pergaminos, es uno de los problemas que ha ocupado el mayor interés y exigido la mayor atención.
      Códigos de más de 2.000 años de la era antigua, muy anteriores incluso al de Hammurabi que es el más completo y famoso (1.700), según los cuales había que vender a la familia y hasta a uno mismo para la extinción del préstamo. El historiador griego Heródoto cuenta que, en Egipto, allá por el año 2500, cuando era faraón Asiquis, que uno sólo podía recibir un préstamo dando como garantía el cadáver de su padre; y quien facilitaba el préstamo se convertía, de paso, en dueño de toda la cámara mortuoria del contrayente; y, si persistía la deuda, no podía a su muerte recibir sepultura en la tumba paterna hipotecada ni en ninguna otra. Solón, el gran político griego del siglo VI, ha pasado a la historia, entre otros motivos, por la prohibición de que las personas pudieran transformarse en esclavos como garantía de sus préstamos. A todo esto ha prestado atención en alguna oportunidad esta columna, destacando cómo hasta lo más sagrado se ha visto afectado en esta quiebra. Pero la actualización de los sistemas de endeudamiento y cobro requieren tener la puerta abierta a novedades acordes al momento tecnológico presente. Lo último, para chicas, consiste en entregar “selfis desnudas a prestamistas contactados por internet que serán divulgados si el dinero no es devuelto con puntualidad”. Cuando lo virtual se puede manipular a voluntad.
          Lo que le interesaba sobre todo al escritor francés Balzac cuando alquilaba una vivienda era que tuviese puertas ocultas por las que pudiera escapar cuando empezaran a llegar los acreedores a cobrar las deudas que, después de unos negocios imposibles, iba dejando por todas partes. Curioso sería saber cómo se comportaría en circunstancias como la presente.

Publicado el día 21 de octubre de 2016

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