Dilemas éticos en las máquinas

        Ya Sócrates, el filósofo de hace veintitantos siglos, utilizaba lo que en la jerga específica se llaman los dilemas éticos o los dilemas morales, que a estos efectos son términos similares. Lo hacía cuando, conversando con sus seguidores, les preguntaba si hacer una cosa no sería más justo que hacer otra; si, entre dos alternativas de comportamiento, una acción o actitud sería preferible, por más honrada, que la diferente. Los dilemas éticos, las dudas entre qué hemos de hacer cuando se nos presentan diversas opciones, son una consecuencia de las condiciones de la realidad y de la del ser humano. Es sin duda inalcanzable, tanto a nivel teórico como práctico, enumerar todas las situaciones posibles con que puede encontrarse una inteligencia. Y de ahí surgen las incertidumbres, las cábalas. Y los inconvenientes. Quienes piensen que la ética, o la moral, es un catálogo de preguntas y respuestas automáticas anda bastante despistado.
      Un caso curioso que ha aparecido en la prensa es el del Presidente de la República Portuguesa. Y el lado ocurrente y saleroso es el problema de protocolo que con su actitud está provocando en un lugar institucional en el que los modos son tan importantes. Marcelo Rebelo, que así se llama y se considera católico ferviente, se casó un día “como Dios manda” pero pasado un tiempo el matrimonio se separó. Ahora, aun viviendo desde hace muchos años con una compañera estable, no está dispuesto al divorcio y quiere seguir siendo considerado casado con todas las consecuencias que de ello se están derivando, incluida la etiqueta de su alto cargo (y la vida privada de su exesposa). ¿Qué es preferible, desde una óptica cristiana?
     Esta historia, que sirve de ejemplo por andar estos días por las redacciones, es una vivencia humana propia de las condiciones de nuestra especie. Pero el horizonte empieza a complicarse (¡de qué manera!) si ponemos delante otro dilema de los muchos que empiezan a correr por los mentideros teóricos. Está referido a los coches sin conductor que se van implantando poco a poco: ¿qué ha de preferir la máquina si se encuentra con un vehículo que se le viene encima y tiene que optar entre salvar a sus pasajeros o a los que le vienen? De otra manera, dado que no son previsibles todas las posibles situaciones, ¿qué autonomía tiene la máquina sobre la inteligencia que la ha creado? Empiezan los dilemas de las nuevas tecnologías.

Publicado el día 2 de septiembre de 2016

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