Amor y desamor en un perno

        Seguro que ya conocen o, al menos, han oído hablar del nuevo sistema, diseñado en los Países Bajos, para evitar las tensiones que se producen en tantas ocasiones cuando llega la separación matrimonial o de pareja, incluida la resolución de los problemas financieros derivados. Es verdad que en ocasiones la cosa ha ido de ligera, de breve y de superficial pero todos conocemos situaciones en las que el arraigo ha echado raíces y quebrar el ligamen cuesta su disgusto y su desazón. También su dinero. (Y no digamos nada de otras culturas que resuelven estos percances con sangre, a tiro limpio).
    Esto resulta así de simple: una empresa ha diseñado un modelo tipo de vivienda construida mediante módulos que pueden unirse o separarse a voluntad. Y, al tiempo, flotante, situada en los canales de que dispone el país. El proyecto está planteado como “una casa para los que, antes de casarse, ya consideran la posibilidad de la separación”. Casas flotantes que se juntan y separan a voluntad, según el amor y el desamor de sus moradores.
    Pero no hace falta referirse a resolver situaciones tan radicales ni fatídicas de la convivencia, Este invento, a pesar de que el estudio holandés autor del proyecto lo presenta con tanta solemnidad, ofrece otras virtualidades más festivas y risueñas. Como en un juego. ¡Ahí es nada pasar de casado a soltero o de célibe a emparejado con solo apretar un tornillo! O utilidades más cercanas y comedidas que lo hacen la mar de ventajosas. Pensemos en la ciencia de saber huir, que dice Montaigne, la de saber quitarse de en medio a tiempo. Una manera práctica y seguramente inteligente de disolver los malos humores y dejar que se volatilicen para volver a alcanzar después la calma, el sosiego y la placidez. Digamos que se quita el tornillo, la vivienda se desliza por los canales y a esperar que acampe, como se dice familiarmente. ¿Y las reconciliaciones? Aunque no esté incluido en la publicidad, sin duda lo mejor. Toda la lírica de un reencuentro encerrada en un perno, dice la información de la agencia, en el contraste eterno entre lo poético y lo chabacano y vulgar. La felicidad en un tornillo. Liberarse del recuerdo de aquel baile que para Emma Bovary fue una ocupación. Vaya, vaya. La cosa, por su simpleza e ingenio, es extraño que no se haya ocurrido antes a ninguna mente ladina y astuta. Lo malo es que en España nos faltan los canales. ¡Mala pata!

Publicado el día 16 de septiembre de 2016

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