Las cabañuelas y la izquierda

         Nunca fue fácil al hombre de cromañón predecir el comportamiento meteorológico de la naturaleza. Que se lo digan si no a los componentes de un prestigioso instituto que anunció allá por el mes de junio que este año no íbamos a tener olas de calor. Pues, siendo esto así ahora, ya podemos imaginar cómo de complejo sería hacer esta función cuando el “Gran creciente fértil”, cuando encontró procedimientos para manejar las cosechas, domesticar los animales y hacerse sedentario, hace unos 10.000 años, al decrecer los fríos de la última glaciación. Lo que llamamos el Neolítico.
        Entonces, tratando de conocer de antemano los caprichos de la naturaleza, empieza una historia la mar de curiosa y atractiva. Porque, como siempre ante la solución de un gran problema, había dos posturas, dos partidos, dos posiciones ideológicas. El de los inmovilistas insistía en que los métodos para hacer tales averiguaciones debían ser los de siempre, los heredados de los mayores. Habrá que mirar, decían, el estado de las vísceras de los animales muertos, el patear de las gallinas… Aunque parezca extraño, Montaigne cuenta que hubo un filósofo que defendió que hay aves que nacen sólo para servir a estos menesteres. Y luego buscar la piedad de los dioses, de quienes en última instancia dependía todo el tinglado, de lo que ya se encargaban los chamanes institucionalizando ritos propicios y controlando a la gente para que no cometiera fechorías, como por ejemplo sublevarse contra los jefes, que enfadaran a los inmortales.
       Mas la filosofía se inició cuando el hombre comenzó a irse liberando de las patrañas (dicho cariñosamente) de los mitos y usó la razón como forma de interpretar el mundo. Y, aunque todavía el camino por recorrer es largo e intrincado, positivos son los pasos que puedan irse dando. En el debate de los antiguos, frente a los conservadores empecinados en mantener los viejos sistemas, apareció otro grupo, que hoy llamaríamos progresista y de izquierdas que decidió introducir la razón a la hora de predecir el comportamiento climatológico de la naturaleza: observemos la realidad y, aunque con limitaciones, tratemos de sacar conclusiones a partir de la experiencia y el razonamiento, hagamos ciencia natural. Y así surgieron las cabañuelas. A día de hoy valen en cuanto justifican comportamientos estables de la naturaleza, aunque su causa pueda ser de momento absolutamente desconocida.

Publicado el día 12 de agosto de 2016

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