El problema es la ignorancia

       Los amigos de crucigramas y pasatiempos suelen ver de vez en cuando esta pregunta: Nombre de un filósofo que dijo “solo sé que no sé nada”, dando después como respuesta la conocida de Sócrates. Es esta anécdota el ejemplo de cómo un pensador ha pasado a la historia popular sin haber escrito una sola letra y citado con un solo pensamiento, que acaba siendo un aparente oxímoron, es decir, una frase aparentemente contradictoria. Naturalmente Sócrates, como bien saben los estudiosos, es muchísimo más, hasta el punto de que su doctrina, expresada a través de sus discípulos, especialmente Platón, es uno de los soportes conceptuales de nuestra cultura occidental. De todas formas esta expresión “crucigramera” tiene más pedigrí del que a primera vista pudiera parecer. Representa lo que los filósofos llaman la docta ignorancia.
       Estaba Sócrates en un trance casi imposible, tratando de defenderse con toda dignidad, ante el Consejo ateniense de los Quinientos, un tribunal integrado por ese número de ciudadanos de Atenas elegidos por sorteo, cuando se le ocurrió recodar el suceso de su amigo Querefonte. Había sucedido que este le había preguntado a la Pitonisa si había alguien más sabio que nuestro hombre y esta había respondido que Sócrates era el más sabio de todos los hombres. Las consecuencias procesales de traer a colación este reconocimiento ya se pueden suponer (360 apoyaron su muerte frente a 141) pero lo que importa aquí es resaltar que esa ignorancia no es la del desconocimiento que todos tenemos de tantas cosas. Ese no saber es una disposición inteligente a acoger la verdad desde la confesión de nuestra inocencia, una ignorancia sabia. Estar abiertos a aprender, evitando la terquedad.
      Cuando personajes, más o menos públicos, acuden al mercado de ideas aportando simplezas o desabrimientos, de los que hay tantos ejemplos similares en unas y otras trincheras, lo que ponen de manifiesto es su ignorancia, tan extrema como la de Metrodoro de Quío al que se le atribuye lo de “ni siquiera sé si no sé nada”. Ignorancia es, a juicio del refranero, todo a tropel, aseverar o temer. Y el antropólogo Theodore Zeldin asegura que hay muchos prejuicios que son una forma de fanatismo. Los clásicos hablaban incluso, a cuentas de la intolerancia, de un desconocimiento culpable con sentido moralista. Pero todo este viscoso mundo de ignorancia se desbloquearía si esta fuese docta.

Publicado el día 19 de agosto de 2016

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