Peligroso colchón

       Catulo fue un gran poeta latino que tuvo la desgracia de enamorarse perdidamente de Lesbia. Y no es que esta circunstancia sea en sí misma una calamidad, que, antes al contrario, para mucha gente es la grandeza de la felicidad, sino que su amor por ella le ocasionó el mayor sufrimiento y, dicen algunos, su prematura y joven muerte. Lesbia, nombre en la ficción de Clodia, fue todo menos una amante fiel y al pobre lírico lo trajo a mal traer toda su escasa vida, pasando por ser uno de los amantes más desdichados e infelices que se conocen. “Que viva y lo pase bien con sus amantes” fue la despedida final.
     Y es que, como todos sabemos, si hay un tema largo, complejo y casi infinito por su densidad y puntos de vista es el de la fidelidad al amado. Tratado desde el principio de los tiempos de manera irreverente, erudita, incluso religiosa, no hay un momento en que no aparezca de manera principal en la literatura, en el derecho, o en la historia. Materia de chanzas hasta lo imposible, que muchos toman a broma; debatido científicamente desde la perspectiva de quienes defienden con argumentos de laboratorio la imposibilidad en principio del amor único al mismo tiempo; hasta san Pablo interviene ordenando que los obispos sean fieles a una sola mujer y asimismo también los diáconos. Satisfacción íntima para unos, sufrimiento para otros, ideal de vida para algunos y motivo de virulenta disputa para los intereses derivados de una infidelidad. O de muchas. ¡Ay, de los infelices bastardos!
      El caso es que, por mucho que se diga, el tema siempre está vigente de tal manera que cada día surgen nuevas iniciativas por alguno de los motivos enunciados. También naturalmente con el negocio y el comercio. Viene a cuento todo esto porque se ha anunciado el descubrimiento de un colchón que, por un sistema de sensores ultrasónicos, detecta si hay actividad sexual sobre él y envía un aviso de alerta al usuario o señor del objeto. Una cama inteligente que advierte al dueño del paño. Debe ser la nueva teórica de los colchones, un saber tan antiguo como la vida misma, que, eso sí, el resto de los seres vivos, que son igualmente promiscuos salvo distinguidas excepciones, no acaban de necesitar para cumplir sus propósitos. La que recuerda aquel viejo y rancio chiste del que va por la calle con el colchón a cuestas y, a la pregunta de si va de mudanza, responde confiado: “no, voy de ligue”.

Publicado el día 22 de julio de 2016

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