Volver al principio

       Los actores trágicos griegos utilizaban en su vestimenta un tipo de calzado al que llamaban coturno, una especie de sandalia que elevaba algo la estatura y tenía una estructura ancha que permitía adaptarse a cualquier pie. A Nicias, el gobernante que, a la muerte de Pericles, había sido llamado al gobierno de Atenas, la gente, según cuenta su biógrafo Plutarco, por no haberse mantenido firme en un partido sino andar continuamente variando de un sitio a otro, le apodaba el coturno, “Nicias, el Coturno” y ha pasado a la historia por haber conseguido, en la guerra llamada de El Peloponeso, la conciliación con Esparta y una larga tregua que llevó y lleva su nombre: “La paz de Nicias”. Por su parte Esquines, hijo de Atrometo, huyó de la ciudad para no pagar la multa exigida y que penaba a los que no conseguían el quinto de los votos.
      Toda estas crónicas y circunstancias plantean y muestran a quien no estaba al tanto que la vida interna y la ebullición democrática, que tantas veces chirría a más de uno, no es un invento de nuestro tiempo sino que ya desde su origen como sistema de gestión pública y como sistema de valores humanos, a pesar de sus bondades y virtudes, encierra muchas esquinas. Ello es así desde que Clístenes, en el año 508 a,n,e., por julio o agosto, en medio de una asamblea pública, propusiera cambiar la constitución de Atenas para que en todas las cuestiones el poder soberano residiera en el conjunto de los ciudadanos varones adultos. Es esta la primera proclama de que se tiene constancia, naturalmente muy insuficiente desde nuestra perspectiva de hoy, de una estructura de poder democrático.
      La administración del sistema democrático, desde sus inicios, tuvo que resolver muchas dudas y capear muchos desafueros. En el caso de Nicias, más allá de las habladurías, encomiable fue su gestión con unos y otros para conseguir la paz pero también tuvieron que proceder a efectuar los sorteos para elegir a los gobernantes a momentos antes de su actuación para evitar corruptelas. Sin embargo el mensaje realmente positivo es, más que mejores leyes, la isonomía, leyes iguales para todos. Al fin y al cabo la recomendación democrática desde sus inicios fue que todos iguales y que el pueblo tiene el poder. Ante tantos usos complejos y disparatados del concepto de democracia tal vez sería de mucho interés volver a los inicios, que en ocasiones no están tan claros.

Publicado el día 18 de diciembre de 2015

Necesario o futurible

     Si tuviéramos que describir con una sola y única palabra todo el complejo y agitado procedimiento que llamamos elecciones, ésta sería desde luego la de futuro. Al fin y al cabo todo este engranaje no está dirigido sino a lo que ocurrirá, o no, en el futuro, a lo que se hará, o no, más adelante. Y no es que queden excluidas por principio otras dimensiones del tiempo, como, por ejemplo, el pasado para rendir cuentas pero la verdad es que, mediante las convencionales promesas, a lo que va a venir, normalmente felicidad y prosperidad, están dirigidas todas las miradas y todos los planteamientos.
      Volviendo, pues, al futuro, es prudente recordar aquí que ya Cicerón estaba en contra de las conjeturas y las adivinaciones. Su argumentación era, dicha de manera simplificada, que, si de lo que se trata es de profetizar cosas inevitables y sometidas al destino, lógicamente no hay tales adivinaciones. Y si se hace de aquello que ocurre por casualidad, tampoco valen esos auspicios que nada pueden garantizar. Asegurar, con la aquiescencia de Asterix, que mañana va a salir el sol no es ninguna revelación o profecía pero tampoco que, por ejemplo, España ganará el próximo campeonato de fútbol porque en serio no se puede certificar.
       Y es que dicen los filósofos que básicamente hay dos tipos de futuro. Uno, necesario, es decir, el que está constituido por aquellos acontecimientos que seguro van a ocurrir más adelante. El otro, condicional o futurible, se refiere a lo que podría producirse o acontecer en el futuro, si se diesen unas condiciones determinadas. Entonces, que se hará una carretera, se arreglará una calle o disminuirá el paro ¿qué tipo de futuro es, necesario o futurible? ¿No tienen sentido entonces las propuestas desde el punto de vista de la predestinación, es decir, de la seguridad y garantía de que serán en el futuro una realidad? Vistas desde el razonamiento propuesto, este complejo mundo de cientos o miles de promesas, todas de golpe, al tiempo y desde todos los puntos de vista ideológicos, sociales y políticos, ni son verdaderas ni falsas, carecen de valor probatorio alguno. Por eso acercarse a todo este proceso desde la perspectiva de un mercado de ofertas es una visión simplista y superficial y por tanto baldía. Unas elecciones son otras muchas cosas. Por ejemplo, una dialéctica ilustrada sobre lo que los alemanes llaman una visión o concepción del mundo.

Publicado el día 11 de diciembre de 2015

Temarios específicos

     A modo de testimonio, cuenta el historiador griego Heródoto que muy antiguamente, cuando la gente salía de sus aldeas para ir al campo a faenar, se iba muy preocupada porque, mientras tanto, quedaban desprotegidas sus casas y sus pertenencias. Y que fue así como, tras algunas deliberaciones, acordó elegir un rey, al que pagarían entre todos, para que durante su ausencia les diera la protección necesaria. Naturalmente ello les llevaba tener que obedecerlo y a costearle unos ayudantes que colaboraran con la tarea. Y es con esta ejemplificación como se explica el origen del Estado. Ya lo dice Thomas Hobbes en un famosísimo libro, Leviatan, que el fin o designio de los hombres, que naturalmente aman la libertad y el dominio sobre los demás, es lo que se llama el pacto de todos con todos, que justifica toda la arquitectura social y política en que vivimos.
      Inútil y superfluo puede parecer a primera vista el ejercicio dialéctico de recordar a las alturas de hoy estas historias por evidentes y conocidas. Inútil y superfluo si no fuera porque de vez en cuando quebrantan este equilibrio institucional precisamente quienes están llamados a velar por su mantenimiento hasta el punto de que por eso y para eso están ahí. Cuando los continuadores de la tarea de aquel primer rey, hoy diríamos los poderes públicos, en lugar de promover la defensa e igualdad de quienes promovieron el pacto, hacen dejadez de sus obligaciones y permiten prácticas y usos escandalosamente inmorales e ilegales.
       Ocurre, según se ha sabido estos ajetreados días, que, en una práctica generalizada y hasta consuetudinaria, en algunos rincones de la administración pública, cuando han de convocar plazas para funcionarios o trabajadores, lejos de garantizar la limpieza de esa selección tienen la costumbre de no hacer públicos u ocultar los temarios de que han de examinarse quienes optan a esas plazas, lo que es un fraude gravísimo. Es algo tan primario y deshonesto que no se entiende que se pueda producir en estas fechas, con los movimientos sociales que exigen un decisivo cambio de rumbo y, sobre todo, con el riesgo de que en cualquier momento pueden aparecer datos concretos de esos irresponsables. Y el tercero en discordia pregunta: ¿Y los sindicatos?, ¿qué dicen los sindicatos? Si lo desconocen, mal; si lo saben pero como si no, mal; y si han decidido abstenerse, peor que peor. ¡Ah, de los sindicatos!

Publicado el día 4 de diciembre de 2015

Amores estables

       Que Júpiter (o, si se quiere, Zeus) era un enamoradizo impenitente es de sobra conocido. Famosos son sus amores clandestinos, o más bien furtivos, bien averiguados de todas maneras, que han dado origen a tantos relatos mitológicos. Pero la historiografía mítica siempre defiende que todos esos percances eran pasajeros y ya se cuidaba su esposa Hera (o Juno) en ponerlo firme aunque con bronca y rabia. ¡Ay de los amores estables, de los de los que ya se tienen y de los que llegan de nuevo!
      Y ¿qué síntomas se pueden aducir para señalar que esa condición amorosa no es fiesta de un día ni un soplo que se lleva el viento por un apego temporal? Cuando a Calixto le pregunta su criado Sempronio si es cristiano, responde: “¿Yo? Melibeo soy y a Melibea adoro y en Melibea creo y a Melibea amo”. Ahí está la declaración de amor y fe más singular y un ejemplo de verdadera entrega y firmeza. Pero no conviene olvidar igualmente lo que dice Celestina: “a las obras creo; que las palabras, de balde, las venden dondequiera”. Y algo así es lo que ha ocurrido, según nos cuentan las agencias de noticias.
     En algún rincón de España había una pareja como tantas otras, mejor o peor avenida que de eso no se ha dicho nada. Y el caso es que ella andaba de allá para acá de manera más o menos reservada con otro amor con el que, a lo tonto a lo tonto, ha ido estrechando lazos, pese a que, según se deduce, manteniendo la convivencia con su pareja oficial. Que a veces consiste en compartir únicamente sus dineros o, como en este caso, su pensión. Pero el marido ya se cansó un día de tantas idas y venidas, que si ahora vuelvo, que voy a salir… y así, suspicaz y puede que advertido, ha decidido que amores son buenas razones y que si quiere a otro pues que reparta también todo lo demás. Y tras poner agentes secretos ha descubierto que ella lleva bolsas del super a la casa del otro y hasta tiende la ropa, por lo que de la pensión naranjas de la China. Así se lo mostrado al juez y este le ha dado la razón, que ella tiene amor estable en otro hogar y que su pensión es para él solo. Pues ahora habría que preguntarle al famoso amante que nada de promesas de amor y de fe. Habría que decirle: pero Calixto, ¿has llevado bolsas del super a casa de Melibea?, ¿has tendido allí la ropa? Pues esa es la prueba de la firmeza del amor y el compromiso, lo demás son solo palabras. ¿En qué casa está la estabilidad?

Publicado el día 27 de noviembre de 2015

El brete son los antisistema

       Una vez más está ocurriendo en el debate social y político que, envueltos en lo que más ruido hace, se nos está escurriendo a la chita callando otro asunto de más largo y estrepitoso alcance. Asunto que, de prosperar, quebraría las columnas políticas, sociales, ideológicas, económicas… en que estamos hoy por hoy plenamente por cultura y civilización. Porque, analizando con calma su pensamiento y sus planteamientos de futuro, ¿acaso alguien, que no sea un ingenuo puro, cree que a la CUP (Candidatura de Unidad Popular) le interesa en sí misma la independencia como término “ad quem”, es decir, como objetivo final en sí mismo? Siendo coherentes, les importan un bledo los llamados independentistas que, en el fondo, solo sueñan con un planteamiento burgués de bandera, himno… acomodo a los valores del mercado y cuyo fundamento teórico y metafísico consiste en imaginados relatos de un paraíso perdido. Es una eventualidad puramente circunstancial que se hayan convertido en bisagra de un frente independentista.
       Lo que andan buscando los cientos de miles que han votado por esta opción es crear una isla, al estilo de Robinson Crusoe, donde desarrollar su programa que, dicho de una manera breve, es un completo antisistema y que, como se lee en él, incluye, entre otros contenidos, una "economía planificada y solidaria"; acabar con un "capitalismo que genera miseria"; romper con el euro, la UE, la OTAN y el TTIP; limitar las importaciones agrarias "como acto de soberanía"; rechazo a los recortes; plan de choque contra la pobreza; renta básica universal; sociedad "desmilitarizada"; rechazo a la gestión concertada de la enseñanza y la sanidad; nacionalización de las infraestructuras, la banca y las redes de comunicación; gestión pública de "sectores estratégicos" como energía, agua y telecomunicaciones; prohibición de los desahucios...
      Pues casi cuatrocientos mil votantes están por todo esto y reniegan del mundo en que viven y vivimos, de sus valores, de sus referencias, de sus estructuras… y resulta chocante, muy sorprendente, que en una tierra europea, rica, culta, educada haya tantos revolucionarios puros, dispuestos a hundir todo su mundo y nuestro mundo, el tinglado. ¿Cómo puede explicarse este hecho social? Los que nos están poniendo ante un desafío casi incalculable, en un verdadero y terrible brete, son los antisistema. Que a lo mejor tienen razón, dirían algunos.

Publicado el día 20 de noviembre de 2015

¡Ay de los falsos sueños!

       Aquiles, el de los pies ligeros, el que, entre otras cosas, idealizaba la velocidad y la fuerza entre los griegos, había acudido a la guerra de Troya. Un día, por razones que están narradas al comienzo de la Ilíada, Agamenón, el primero entre los griegos, le arrebata a Briseida, que le había sido entregada como botín, y el héroe echa a llorar. Sorprendentemente, diría alguno, pero así lo cuenta Homero. Su madre, Tetis, al ver el drama que vive y a ruegos de este, acude a Júpiter en busca de protección y de venganza. Ha de esperar a que el dios termine un banquete que está celebrando para dirigirle la súplica y entonces, “abrazada a sus rodillas con la mano izquierda y tocándole la barba con la derecha”, le dirige su plegaria. Es después cuando el padre de los dioses decide atender la demanda y vengar a Aquiles de la forma que creyó más dura para Agamenón: enviarle un sueño pernicioso, es decir, hacerle creer que es el momento de ganar la guerra y que debe lanzar a su ejército para la batalla.
     Mucho se ha escrito sobre este episodio, sobre cómo Júpiter, el que amontona nubes, considera un terrible castigo mentir mediante un ilusorio sueño, creando una expectativas falsas y fabulosas. Ya se sabe que para los griegos, y también para los romanos, los mensajes de los sueños tenían una altísima credibilidad como expresión de la palabra y la voz de los dioses. Es desde esta perspectiva como Homero narra la decisión celestial calificándola de muy perniciosa. Júpiter no había descansado del banquete del que venía, dándole vueltas a su cabeza para encontrar la forma de honrar a Aquiles y causar una gran matanza a los griegos y resuelve, en represalia a Agamenón, llevarlos a una falsa maniobra que les iba a causar un gravísimo perjuicio. Equivocar mediante un sueño falso y engañador: esta es la trampa y este el señuelo para despeñarse hacia la desgracia, la desdicha y la miseria, para despeñarse hacia el daño, el quebranto y la muerte.
     ¡Ay de los falsos sueños, de los sueños imposibles!, a los que habría que incluir en lugar preferente dentro de la taxonomía vieja y repetida de guerras, hambrunas, pandemias y demás infortunios que machacan a la humanidad. Dice Sánchez Ferlosio: “Todo se me va antojando tan imaginario, que nada puede perder siendo fingido, como nada puede ganar siendo real”. Y lo dice como un pecio de “Vendrán más años malos y nos harán más ciegos”.

Publicado el día 13 de noviembre de 2015

Un dios para él solo

       “Que los pobres compartan esposa” es la consigna de carácter científico del profesor de Economía, XieZuoshi. Como todo el mundo conoce, los chinos han roto el equilibrio de los grandes números en cuanto al sexo de sus habitantes, debido a la política de un solo hijo y también a la preferencia del varón, que por diversos motivos son mucho más rentables económica y socialmente. El excedente de hombres, prevén, se disparará hasta los 33,8 millones en 2020. Así las cosas, de pronto han empezado a aparecer soluciones al problema y esa es la que se ha hecho más popular. Pero lo más significativo de esta propuesta está en el motivo que trata de justificarla: que “los varones más adinerados tendrán ventaja a la hora de encontrar pareja”.
        Sistemas y costumbres para organizar las relaciones de pareja las ha habido, a través de la historia, de todos los colores y formas. Cada cultura ha resuelto este asunto a su modo y manera y no tiene rigor conceptual afirmar sin más que siempre ha habido una única forma de pareja y de matrimonio. Pero aquí no es eso lo que se plantea, que si una esposa o más, sino que la dicotomía está en que, como siempre, son los ricos y poderosos los que ganan la ventaja. El poder siempre es el poder, sea cual sea el terreno en el que se juega, y el dinero su principal interlocutor.
    Narra Heródoto el procedimiento que utilizaban los babilonios para sus bodas y matrimonios. Cada año, cuenta, las doncellas en edad de casarse eran reunidas y llevadas juntas a un lugar en el que esperaban los hombres casaderos. Allí el pregonero iba levantando una a una siguiendo el orden de la más a la menos bella para que por subasta fuesen compradas, no por esclavas, sino esposas de los compradores. De este modo los babilonios más ricos se llevaban las mujeres más lindas y agraciadas. Pero así como el pregonero acababa de dar salida a las más bellas, hacía poner en pie la más fea del concurso, o la contrahecha, si alguna había, e iba pregonando quién quería casarse con ella recibiendo dinero, repitiendo una subasta pero ahora al revés. El dinero se sacaba del que habían dado para las guapas, y con esto las bellas dotaban a las feas y a las contrahechas. En definitiva es lo de siempre. Los poderosos no se contentan con las mujeres más bellas sino que, como el rey de Tracia, según cuenta Montaigne, quería hasta un dios para él solo. Lo dicho, lo de siempre, siempre.

Publicado el día 6 de noviembre de 2015

Una grave torpeza

         Como si los asuntos de comer fueran simplemente eso: asuntos de comer, de pronto se ha desplazado, en los países ricos naturalmente, la agenda de lo transcendental y hasta lo urgente a asuntos de comer. Y se ha llenado el espacio social, primero de bichos y después de carne. Porque no debe olvidarse que precisamente ha sido hace unos días cuando la Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria, siguiendo a la FAO, ha dado el primer paso para regular la comercialización “de invertebrados terrestres para consumo humano”. Es decir, nos ha lanzado la proclama de que debe autorizarse el consumo “de saltamontes, hormigas o gusanos”, lo que no es ninguna tontería ya que, dice, casi un tercio de la población mundial los consume habitualmente y viene desde los principios de la civilización.
         Al margen de su discutible ponderación y tiento, estas recientes convulsiones sobre los alimentos y la comida, se mueven en un ambiente especulativo de evidente superficialidad teórica como para ser tomadas en consideración y menos aún de manera inmediata y sin análisis previo. Salvo para los consumidores permanentes de la sanidad, aquellos que, según el dicho popular, se morirán totalmente sanos, las cosas de comer encierran una densidad teorizante y cultural como pocas actividades ejerce y realiza la especie humana. Desde el contenido de tabúes y tótem que lo anima y le da sentido hasta la más vulgar regla de diferenciador social. Por eso dice el gran antropólogo del siglo XX Claude Lévi-Strauss que las especies naturales no se eligen por ser buenas para comer sino por ser buenas para pensar, por sus propiedades lógicas.
      Algún responsable del estudio sobre la carne (por cierto con una imagen publicada digamos no muy apropiada) ha proclamado una plena neutralidad ideológica frente a los intereses, se entiende que perversos, de la cultura, la tecnología y el comercio, en definitiva de la vida completa de las personas. Y olvidando no solo la complejidad genética de la naturaleza humana a la hora de determinar sus procesos biológicos sino también la discutible pureza racional de la ciencia en muchos de sus ángulos: por ejemplo, quién la financia y por qué. Y es que, como nos decían de pequeños, con las cosas de comer no se juega.

Publicado el día 30 de octubre de 2015

El iconoclasta termina (y 4)

     Imbuido, según dijo, por la tristeza de la estulticia humana capaz de producir estos quebrantos y el dolor del propio daño, tras recordar que, cuando Zaratustra bajo de la montaña no encontró a nadie hasta que llegó al bosque, poniéndose en pie, dijo:
     Ya os he contado los ejes de este desbarajuste: (1) cómo estos laberintos de límites territoriales son manifestaciones de afán de poder político basadas en pensamientos engañosos o alienaciones pues los Estados son artificiales y convencionales, nunca esenciales. ¿Cómo van a serlo si en la historia se ve que duran lo que duran?; (2) que la raigambre de Cataluña no es equiparable a ninguna otra comunidad; y (3) que la arrogancia (basada en leyendas construidas para encubrir privilegios perversos) por una parte y, por la otra, la total inacción política (limitada a un par de decisiones formales, graves sin duda pero formales… ¿qué se ha hecho para atraerlos?) nos van a llevar a dónde nos van a llevar. Porque, a lo que parece, lo más probable es que, con estos mimbres y estas actitudes, antes o después se acaben yendo, una vez resuelvan sus contradicciones internas (pues no hay discrepancias mucho más graves entre nosotros… ). Y, si ocurre, será una pena, una pena grande dejar de compartir un proyecto público común que se ha solidificado y asentado afectiva y racionalmente. Sabemos que a lo largo de la historia la mayoría de las decisiones sobre Estados se han tomado de mala manera, sin racionalidad, solo empujados sus responsable por intereses malquistos y ahí están tantas culturas rotas y separadas, tantas familias, pueblos, etnias, grupos propios… No nos debería ocurrir también a nosotros. Y para encontrar un camino de acuerdo, tendríamos que desmitificar las emociones, no anular los sentimientos pero sí buscar la guía de la razón. Mientras, no se me oculta la inquina (casi de odio) que este episodio está creando contra los “catalanes” pero irse de buenas maneras es el mejor camino para rencontrarse después y facilitar sistemas de acuerdo, que los hay de todos los colores. Sé del veneno que se está inyectando en nuestros corazones pero “brillante como el oro es la mirada de quien da”, dijo Zaratustra.
        Y como ocurrió en el estrambote tantas veces citado del soneto cervantino: el iconoclasta de guardia, “incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada”. ¿Para qué más?

Publicado el día 23 de octubre de 2015

El iconoclasta quiere concluir (3)

      El iconoclasta de guardia, tras recordar las alienaciones y pensamientos engañosos del poder político, trató de acabar y dijo:
     ¿Tan difícil es entender que mientras la Comunidad de Madrid, por ejemplo, andaba discutiendo dónde encontrar un himno y cómo diseñar una bandera, hacía ya más de trescientos años que a Cataluña le habían suprimido el virreinato, prohibido utilizar su idioma y clausurado su parlamento? Sin entrar en discusiones estériles sobre si alguna vez fue o no un Estado independiente, ¿cómo se le puede negar una identidad histórica muy especial? Y eso, naturalmente, ha de tener sus consecuencias institucionales, sociales, políticas… Con dos millones de personas que de alguna manera quieren marcharse de España, no se puede estar a verlas venir y mandar un ejército blando de fiscales y jueces a resolver la contradicción. Es el mejor camino para incrementar el número de independentistas, como efectivamente va ocurriendo año tras año y sin que ese hecho tan escandaloso tenga la atención que merece: ¿a qué se debe? ¿Y todo el lío que se montó con el Estatuto, modificado después de haber sido votado por los ciudadanos? Desde el principio del episodio todo se obró mal, sin coherencia, sin rigor, sin sentido de Estado. Fue un disparate que solo produjo agravios. ¿No se pudo haber hecho de otra forma?, (¿cuántas horas y días, cuántos sudores, disgustos y discusiones echó Cameron en el R.U. hasta que llegó a un acuerdo?). ¿Nadie es responsable políticamente de aquella astracanada? ¿Y después no ha habido forma de haber negociado un pronunciamiento de los ciudadanos, un referéndum o como se llame, algo que ha pedido tanta gente sensata y que tan estupendos beneficios produjo en Canadá y en Escocia? Que aquí no se puede hacer… pero, hombre, ¿para qué están las negociaciones?, ¿no pueden pactarse las leyes?, ¿no se han cambiado de suma urgencia las competencias del TC?, ¿cuántas modificaciones de diverso rango se han llevado a cabo en otras ocasiones para conseguir el voto de los nacionalistas? ¿Por qué no ahora?
      Y luego, tras aclarar que Ana Ponikvar era una traductora jubilada y viuda, que, sin moverse de su casa, había vivido en siete países diferentes: desde el Imperio Austrohúngaro hasta la actual Eslovenia, al iconoclasta le entró la vena emocional y pidió un receso para poder explicar la tristeza que le producía una despedida que veía más que posible.

Publicado el día 16 de octubre de 2015

Sigue el iconoclasta (2)

       El iconoclasta de guardia, tras explicar cómo las peleas por los límites de las agrupaciones y sociedades humanas se han dado, con mayor o menor quebranto, desde siempre, también sin duda hoy día, quiso insistir. Y dijo:
      Ya os lo estoy diciendo, que todo este lío que se ha montado no es algo natural u obligado por la naturaleza como si la configuración de las naciones o los países obedeciera a leyes biológicas, físicas, matemáticas y menos aún metafísicas. Aunque queramos hacer grandes y magníficas hecatombes, (que, en más oportunidades de las que se debiera, sirven más para enardecer que para reflexionar con sentido) todos sabemos de sobra que los Estados son simples convenciones humanas que a través de la historia han ido apareciendo, modificándose y caducando por múltiples motivos, unos racionales y sensatos y otros disparatados e inadmisibles. Casi siempre diseñados y empujados para su exclusivo y propio beneficio y disfrute, para defender sus posesiones, sus riquezas y dominio ideológico, por una élite (realeza, plutocracia, oligarquía) que, con un discurso envolvente, con palabras graves, mágicas y emblemáticas han embarcado ingenuamente a las poblaciones al sacrificio con el engaño de lo “nuestro”, que ya sabemos que nanay de nanay. Porque ya me diréis que beneficios proporcionaba al ciudadano de a pie (que, como decía la canción, solo quiere su fiesta en paz) que su país fuese más grande o fuerte como para jugarse la vida, aunque bien es verdad que, como decía Galbraith, los caballos bien alimentados dejan mejores migajas. Y aunque esto suene como suena, pues así ha sido. Todos esos referidos discursos no son sino lo que los técnicos llaman, la superestructura. Es decir, el conjunto de valoraciones y valores propios a que todas las sociedades se atienen para entender y explicar el mundo y establecer las pautas de su comportamiento, para delimitar lo que consideran útil de lo inútil, correcto de lo que no, para definir lo que les parece bueno o malo. Y que en tantas ocasiones los poderes utilizan como puras ideologías, pensamientos engañosos.
       Sugiriendo que su discurso tocaba ya pronto a su fin y recordando la pregunta de Platón sobre si un hombre justo puede hacer mal a alguno siquiera de los hombres, el iconoclasta se secó el sudor que su esfuerzo en teorizar le había originado y se dispuso a concluir con lo que su mente y su corazón le aconsejaban.

Publicado el día 9 de octubre de 2015

Dijo el iconoclasta (1)

     Y fue entonces cuando el iconoclasta de guardia, levantándose de entre la partida y, poniendo dulzura de miel en sus reflexiones como hacía el filósofo Dionisio de Mileto, habló. Y dijo:
      Pero vamos a ver, ¿qué es ese lío que tenéis montado con lo que llamáis la separación o independencia de Cataluña?, ¿qué es y significa eso, que se quieren marchar de España y formar un Estado propio?, y ¿qué?, ¿qué problema es eso?, ¿Acaso el fin de la Galaxia? ¿Acaso todavía no os habéis entrado que las naciones, los países y los Estados no son entes eternos e inamovibles, que, como todos los seres vivos, nacen, se desarrollan y mueren, y aquí es casi inocente e inapropiado hablar de esencias y cosas por el estilo? ¿O pensáis que lo que llamamos España se formó quizá en el Neolítico, puede que al sexto o séptimo día de la creación bíblica, y ya desde entonces no se ha movido un ápice de su condominio? ¿Pero todavía no os habéis enterado de que, a lo largo de la historia, han sido miles o más las formas de agrupamiento de los seres humanos en tribus, imperios, pueblos, reinos y demás? ¿Y que aún en nuestros días sigue el ajetreo de Estados que nacen y otros que desaparecen o se modifican? Ahí están desde Yugoslavia, que ha parido cinco nuevas (y también viejas) repúblicas; Checoslovaquia, que ahora son dos; Kosovo; Sudán, también desdoblado… y ¿qué ha pasado? ¿Y cuantas veces ha cambiado, por ejemplo, Polonia de situación en el mapa? Y asimismo los referendos en el Reino Unido o Canadá… Claro que eso es otra cosa y solo se da en países cultos, modernos y verdaderamente democráticos. ¡Con lo que hubiera resuelto una consulta oficial! Pero aquí están prohibidas, se desconoce si por leyes físicas o metafísicas. Porque, en caso de disposiciones humanas, pues la ley está al servicio del ser humano. Tenéis que convenceros de que todo este embrollo no es algo natural sino un proceso artificial, un montaje creado y mantenido por intereses perversos, personales y políticos, de algunos de los que mandan, básicamente dos, y que de momento no tienen ninguna intención de resolver. Incluso cada vez se está liando más la cosa, , que queda muy ajeno del que vende melones, conduce un taxis o tiene discusiones familiares. ¿O tendremos que acordarnos otra vez más de Ana Ponikvar, que ya está bien?
     Y, tras tomar el sorbo de agua que acostumbran los oradores, prosiguió y apuró su confesión.

Publicado el día 2 de octubre de 2015

Y nuevas exigencias (y 2)

         Entendiendo que por supuesto el poder era inequívocamente propiedad del pueblo, con las limitaciones que este concepto tenía en Grecia (hombres libres…), la pregunta básica era si todos podían ejercerlo o, por el contrario, a solo unos pocos los dioses habían dotado de cualidades para ello. Y a esa pregunta simplificada un poco, se daban dos respuestas, q1ue venían a originar lo que hoy llamaríamos dos partidos políticos. Una defendía que efectivamente había unos ciudadanos con el encargo natural de dedicarse a gobernar. Estos eran, o debieran ser, los mejores y defendía esta posición lógicamente el partido aristocrático (de aristós, adjetivo que significa “mejor”). Algunos filósofos de relevancia estaban en ese convencimiento.
       Pero el otro, democrático, opinaba que no, que los dioses habían dejado fuera de este catálogo la tarea política, por considerarla diferente a cualquier otra profesión. Y aunque lo había hecho de mala gana y presionado por Prometeo era un regalo que el propio Zeus había concedido a la especie humana. Y que por consiguiente todo ciudadano podía ejercer las magistraturas pues difícil era saber de antemano quiénes eran y cómo se conocían a los mejores. Este podría entenderse hoy como el partido progresista, la izquierda, y, sobre todo con Pericles, fue el que más triunfos obtuvo.
        No ha desaparecido, ni se extinguirá, la tensión política entre las élites, con sus presiones poderosas de origen económico 0 ideológico, y la ciudadanía, pero no cabe duda de que sigue vigente, al menos como tendencia, el ideal griego democrático. Las últimas elecciones así lo han manifestado introduciendo un buen refresco en los despachos del poder. Ahora lo que hace falta es que sus nuevos inquilinos generen una moderna dimensión pública. Denunciar el mal uso de los coches oficiales es una buena cosa pero, si nos quedamos en bagatelas, no se hará la transformación social exigida. Si no se ha hecho antes, es indispensable ponerse a estudiar y presentar grandes y sugestivos proyectos que transformen la realidad social y económica, propuestas sólidas y con consistencia financiera, social… que abran otros horizontes. En el plano municipal, por ejemplo, hay que tener claro qué ciudad se quiere para los próximos 5, 10, 20… 50 años. Lo demás solo serían parches de gestión ordinaria, imprescindibles desde luego, pero que ellos solos no nos sacarán de donde estamos.

Publicado el día 25 de septiembre de 2015

Nuevos aires políticos (1)

       Ya se sabe que en las sociedades abiertas, llamadas también democráticas, los asuntos relacionados con el poder casi siempre están en discusión. Es este precisamente un signo que las identifica y las distingue de aquellas otras en las que el ejercicio del mando está controlado por una casta, un grupo o una persona y sus acólitos. Y lo peor de esta alternativa se da cuando los gerifaltes, con toda la desvergüenza, tratan de simular que su legitimidad le ha venido del pueblo. Situaciones culturales hay en las que la tradición predetermina con claridad cómo ha de gestionarse el poder pero lo peor son esas falsas y aparentes democracias (algunas bastante cercanas) en las que solo se discute cómo agasajar al líder con más eficacia para conseguir sus favores y de qué modo de servilismo tienen que valerse los súbditos.
       No era esta última por supuesto la situación del pueblo griego en la época de su mayor esplendor, allá por los siglos V y IV a.n.e. Al contrario de esas dictaduras que alardean de lo que no tienen, en aquellos siglos en los que nació y se fue configurando como teoría y como práctica la democracia, los griegos se planteaban la siguiente cuestión: quién debe detentar el poder, quien tiene derecho -y hasta obligación- de asumir la responsabilidad de mandar. Y fue en este punto en el que surgió el debate y sobre el que se plantearon dos posiciones, que dieron lugar a los dos partidos políticos principales. El asunto venía porque en su cultura prevalecía la idea de que los dioses (o quien fuese) predeterminaban antes de nacer cuál era la tarea que cada hombre tenía que realizar en la vida y para la que venía especialmente preparado, para guerrero, zapatero, porquero… Y entonces la pregunta era: ¿y también para gobernante?, ¿en ese reparto de cualidades hay algunos que nacen ya específicamente para mandar? Naturalmente la cosa es algo más compleja pero más o menos era así. ¿Ciudadanos solo para mandar como otros para plantar en el campo o barrer las calles?
       Esta pregunta tuvo en Grecia sus respuestas, que sería útil recordar, pero de entrada ya llevan a poner sobre la mesa algo de lo que todavía hay gente que no se ha dado cuenta, que de lo que se discutía era del ejercicio del poder, nunca de su posesión. La palabra que inventaron era clara, el poder, al margen de a quien se le diera, era del pueblo, su único y legítimo propietario. Eso ni se discutía.

Publicado el día 18 de septiembre de 2015

Un gravísimo epiquerema

        Los medios de comunicación nacional están salpicados de un nuevo y reciente problema que ha aparecido en el ágora público. Debe serlo de consecuencias imprevisibles para la salud del Reino ya que aseguran que, al decir de los que están en los entredichos de la alta política, están interviniendo responsables del Gobierno e ilustres miembros del partido que lo apoya. Intervenir en el sentido de apremiar en un sentido o en otro. Porque de lo que se trata es de un debate con dos alternativas, una que sí y otra que no. Precisamente los libros de la ciencia llamada Lógica, al hablar de los procedimientos que utiliza la mente humana para desarrollar sus razonamientos, cita como uno de los más relevantes al dilema, argumentación en la que, se salga por donde se salga, al sujeto le pilla el toro de todas, todas. Por eso se le llama en el lenguaje de argot “silogismo cornudo”. Y no se crea por ello que es un asunto de faldas, que lo de pillar el toro no se refiere al contenido de lo que se discute, que en este caso concreto es lo único serio de la historia, sino al rumbo de controversia que se utiliza.
      Aristóteles llama epiquerema al argumento silogístico que incluye en su estructura una demostración de una o de las dos premisas, es decir, que cada una de las dos opciones se llena de un argumentario de padre y muy señor mío y que de hecho se utiliza solo en grandes ocasiones.
      El caso es que, por lo que se cuenta en el ruido de los referidos medios, el presidente del Gobierno se encuentra en un apuro, cuyo desenlace en principio solo tiene dos salidas, que sí y que no y por eso es un perfecto dilema. Un apuro, por cierto, que nada tiene que ver con los asuntos que nos traemos entre manos estos días y de cuya gravedad y magnitud no es necesario hablar ni decir nada. Y, aunque la vida es múltiple, este nuevo negocio ha abierto, como si lo fuera, un camino igual al de una vía principal. Pero es otra cosa de lo que hablamos y que nos aleja de las cuestiones pendientes. Aquí de lo que se trata es de que Javier Maroto, vicesecretario de Acción Sectorial del PP y antiguo alcalde de Vitoria, se va a casar con su novio, ha invitado, al parecer, al presidente Rajoy y ese acontecimiento ha provocado un lío fenomenal: que si tiene (o puede o debe o no debe…) que ir a la boda o no. Con un montón de argumentos a favor y en contra, incluido un profundísimo cálculo electoral. Y ya está.

Publicado el día 11 de septiembre de 2015

Los inventos de Melquíades

      Lo asegura Thomas De Quincey, en “Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes. Ya saben: “Si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto dejará de darle importancia a robar, del robo pasará a la bebida y a la inobservancia del día del Señor y así se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente". Es decir, que se empieza por matar al vecino y se acaba llegando tarde al trabajo. El proceso de deterioro parece de esta forma imparable. Poco a poco, casi sin darnos cuenta, vamos entrando en una pendiente en la que lo más grave es la perdida de la capacidad de discernimiento, la de aclarar lo que realmente merece la pena y lo que no son sino elucubraciones y fantasías de chichinabo.
      Puede parecer inevitable porque la vida hace como que nos tira para arriba cuando en realidad nos va hundiendo poco a poco. Es el grave peligro que tienen sociedades como las nuestras, que andan haciendo de todo espectáculo, montando y mostrando risas y farfolla por doquier mientras no nos llegan los gritos de la humanidad que tenemos al lado. Tratan unos y otros, quienes manejan el poder (y sobre todo sus monaguillos), de marcarnos el terreno y las reglas de juego y así, mientras nos abruman con caravanas de coches llenos hasta la bandera de seres felices con sus “merecidas vacaciones”, la casa se nos está cayendo abajo. Puro esperpento, puro cartón-piedra que desmonta la foto de un niño ahogado en la playa. O la del policía que, haciendo lo que le han ordenado, desahucia a una familia porque antes el político de turno, al frente de un Ayuntamiento (probablemente felicitado por su visión mercantil y financiera) ha vendido impunemente la casa a un fondo buitre que no entiende de gaitas.
        El relato es muy bien conocido. Cada año por marzo, cuenta García Márquez al principio de “Cien años de soledad”, aparecía por Macondo una familia de gitanos desarrapados trayendo en cada ocasión un nuevo invento de los que andaban o habían andado por el mundo: un imán, un catalejo y una lupa “del tamaño de un tambor”… Inventos que abrían especiales horizontes y afectaban especialmente a José Arcadio Buendía, que, metido en las elucubraciones que les sugerían los diferentes inventos, decidió entre otras cosas ofrecer al gobierno el uso de la lupa como arma de guerra, incluso desconociendo todo sobre Arquímedes. Y en esas estamos, como suele decirse.

Publicado el día 4 de septiembre de 2015

La solución es distinguir

        Quinientos policías tuvieron que ser movilizados el otro día en París. Acostumbrados a invitar cada año a una ciudad extranjera a compartir el ambiente de la playa artificial en las orillas del Sena en verano, esta vez la elegida había sido Tel Aviv lo que molestó a mucha gente y dio lugar a protestas más o menos generalizadas. El incidente parisino ha venido a coincidir con el boicot que el festival Rototom Sunsplash de Benicàssim pretendía con el cantante judío estadounidense Matisyahu, boicot que luego, se supone que debido a presiones fortísimas, ha suspendido. Ambos sucedidos son otros más de los que acontecen en algunos lugares del Planeta.
     Sabido es que el pueblo judío en cuanto tal (y sin entrar en mayores precisiones ideológicas, religiosas o genéticas pues en este caso las cosas se complican en exceso: basta citar a la comunidad judía etíope) llevaba mucho tiempo sintiéndose necesitada de un espacio vital para fundar existencialmente una comunidad. La cosa viene tan de lejos y estaba tan difundida que hasta Pío Baroja ya planteaba como soporte narrativo, desde la ironía, y al amparo del primer congreso sionista de Basilea de 1897, que el pueblo hebreo tenía que comprar la Palestina o fundar una nueva nación en África… Y no es que el colectivo judío fuese el único en esas condiciones, que ahí están, por ejemplo, los kurdos, pero sí fueron más poderosos social y económicamente para conseguir su propósito.
      El Estado de Israel, fundado desde la confusión teórica e ideologizado desde sus estructuras básicas, (hay quien se ha planteado si tal vez un ateo puede ser ciudadano de pleno derecho) continúa con el juego dialógico como exclusivo beneficio en favor de sus gobernantes y quienes les apoyan para justificar el genocidio que practican con el pueblo palestino (que también tiene lo suyo). Propio de los ambientes clericalizados que juegan con la confusión de los órdenes civiles, económicos y religiosos, aquí se está mezclando todo para justificar lo injustificable. Pero no hay que confundir los términos. No es antijudío ni antisemita, por supuesto, quien rechaza y repudia la política del gobierno israelí. Y ya sería hora de ir abriendo los entramados del bosque para que entre la claridad conceptual. Y pueda más de uno, como ciudadano del mundo y de la carga histórica israelí, vanagloriarse, por ejemplo, de tantos premios nobel que han conquistado judíos.

Publicado el día 21 de agosto de 2015

Llegar al cielo

       Los movimientos populares, además de inevitables, tienen muchas virtualidades y ofrecen multitud de caminos de regeneración democrática. Bien es verdad que siempre hay peligro de regresión pero por lo general animan y refrescan el pensamiento colectivo, abren expectativas generales y corrigen desviaciones de la superestructura dominante. El problema está en su eficacia a través de su supervivencia. Demasiados ejemplos hay de cómo se han evaporado diseños muy razonables de arquitectura política en cuanto no han podido mantenerse con alguna vigencia. Su volatilidad ha sido y es su peor perturbación. Ser flores de un día, como el azafrán, su padecimiento más cruel.
    El camino seguido durante un tiempo por los aparatos institucionales de los partidos convencionales, que ya denunció, entre otros muchos, Ignacio Sotelo, ha sido sin duda equivocado y reprobable. La acusación de sectarismo, en ocasiones doctrinal y casi siempre endogámico, ha sido un pésimo ejemplo para los ciudadanos y un deterioro ético casi intolerable. Pero una cosa son los pasos perdidos y otra cuestionar lo que de sólido y consistente tiene su estructura. Es una ligereza creer que un partido se constituye de la noche a la mañana. Con afiliados de aluvión, no acostumbrados a la disciplina, carentes de sistemas internos de comunicación y sin apenas estructuras funcionales es muy difícil ejercer una acción política válida. Para la eficacia es imprescindible una militancia estable y ordenada que cumpla los tres criterios que Robert K. Merton formuló en su momento: formas duraderas y consagradas de interacción social; autodefinición estable c0mo miembro; y misma consideración desde fuera. Sin duda que, posiblemente, con buena fe (en unos casos más que en otros porque en estos menesteres y mientras se está subiendo caben notables advenedizos) se ha confundido el tocino con la velocidad.
      Transformar un movimiento popular en una estructura institucional sin perder su primer aliento es una de las operaciones políticas más complejas y comprometidas de las que pueden darse en el ámbito de la vida pública. Esa es su tentación y ese su riesgo porque evaporarse sería una pésima noticia. Pero también su mérito y su grandeza. Nunca conviene sin embargo olvidar aquel aviso de Quevedo, que no siempre lo que sube llega hasta el cielo. Y menos lo asalta, se podría añadir. Pero habrá que intentarlo. Y acertar. Ojalá.

Publicado el día 14 de agosto de 2015

Elecciones con orden del día

      La nueva campaña electoral, que sin comenzar ya lo ha hecho, promete ser muy distinta a lo que estamos acostumbrados. No es que se vayan a romper los moldes más o menos convencionales. Seguro que no es eso y que apostados unos y otros contendientes seguirán lanzándose dardos y aguijones, como ya vienen haciendo, que en esto nunca hay tregua. Dardos y aguijones que, es justo reconocer, a veces bastos, chabacanos y ásperos mientras que en otras oportunidades se escuchan ingeniosos, avispados y donosos. Que no a todo el mundo hay que poder exigirle la misma inteligencia, idéntica chispa e igual salero, siendo la imaginativa, como asegura Huarte de San Juan (y refuerza don Quijote a Sancho) la cualidad más apreciable para gobernar.
     Todo eso forma parte al fin y al cabo de la liturgia de todas las elecciones, más o menos libres, del mundo entero. Pero es que en esta oportunidad se ha puesto sobre la mesa un orden del día desacostumbrado. Desacostumbrado porque no suele darse una circunstancia así, que haya eso, un orden del día que más o menos organice los debates y las discusiones, y también desacostumbrado porque hasta ahora la palabra presupuesto significaba otra cosa muy diferente, no un guión de debate. Los presupuestos de verdad, los auténticos, los harán quienes ganen las elecciones y seguro que incluso haciéndolo los actuales gobernantes formularán otro proyecto.
     Muy inteligente estrategia, digan lo que digan, justifiquen lo que justifiquen y engañen a quien engañen. La dura ironía de Pío Baroja narra en “Paradox, rey” que, cuando los exploradores intentan atraerse a los nativos y hacer que se rebelen, organizan una especie de campaña electoral, en la que intervienen dos de ellos. Este es el relato barojiano: El francés Ganereau, como republicano y demócrata, idiotiza a los mandingas hablándoles de los derechos del hombre, mientras que el inglés Sipsom, más práctico, se deja de elucubraciones doctrinarias: - ¿A vosotros os gustan las habichuelas?, Todos - ¡Sí, sí!; - ¿Os gusta el buen tocino?, Todos - ¡Sí, sí!; - ¿Os gusta el ron?, - ¡Sí, sí, ya lo creo!; - ¿Os gustan las chicas guapas, con la nariz bien chata y el pecho colgante?, Todos - ¡Sí, sí! ¡Eso, eso!; - Pues bien: si venís con nosotros tendréis habichuelas a pasto; tendréis buen tocino; tendréis ron y tendréis chicas guapas, más negras que el betún. Todos - Iremos con vosotros. Veremos qué pasa.

Publicado el día 7 de agosto de 2015

El paraíso hallado

        Aunque pueda parecer a algunos incrédulos, que siempre hay, un nuevo sueño fallido de la razón y otra utopía nefasta y fracasada, como todas lo han sido, da la impresión de que por esta vez el paraíso está a la vuelta de la esquina. De verdad y en serio. Un paraíso tangible, que derramará miel por todos los caminos que satisfacen las necesidades humanas. “Canta, Musa celestial, la primera desobediencia del hombre y el fruto de aquel árbol prohibido, cuyo gusto mortal trajo al mundo la muerte y todas nuestras desgracias con la pérdida del Edén”. A partir de ahora ya no tendrán sentido estos versos que un grandísimo poeta, John Milton, escribió hace unos siglos lamentando la pérdida por nuestra especie del paraíso (“El paraíso perdido”). Ya no habrá ni un lloro ni un suspiro. Todo será coser y cantar. Albricias, pues, y júbilos.
      ¡Ahí es nada beneficiarse de un sistema fiscal como el sueco, una especie de dualidad financiera conseguida como si nada! Un sistema fiscal idéntico que implica, para que tenga eficacia y sentido, similar organización económica. Y, ¡faltaría más!, para que a su vez posean simetría estas nuevas normas, la configuración de una sociedad con idénticas mentalidades. Pura coherencia. En definitiva, un país clonado que hará las delicias y el contento de todos. ¿Y cómo los demás no nos hemos dado cuenta antes de que teníamos a un paso el modelo definitivo de la completa felicidad! Si bastaba con mirar a Suecia y convertirnos en una copia exacta de lo que son, lo que piensan y lo que viven y sienten. ¡Es tan sencillo todo! Se empieza por aplicar el mismo IVA e idéntico IRPF y se acaba celebrando el Midsammar como pura tradición milenaria. ¡El paraíso!
      Las propuestas electorales encierran una extraña virtualidad que no hay manera de entender ni racionalizarse. Son como drogas que enganchan a la gente, que acaba por creérselas por muy torpe, fútil, absurdo e irracional que sea lo que ofrecen y aseguran. Como aquel famoso membrillo que, según cuenta Cervantes en “El licenciado Vidriera”, con sortilegios y droga entregó una mujer enamorada a Tomás Rodaja, que cayó en el anzuelo y acabó tan loco que se creía era de vidrio. ¿Cómo personas mayores y, se supone, en su buen juicio pueden hacer ofertas tan infantiles y vanas? Pero lo peor es cómo puede haber gente que se lo crea. Un intrincado e inexplicable misterio metafísico, que decían los antiguos.

Publicado el día 31 de julio de 2015

Mirando hacia atrás

       Un muchacho de 20 años que aspiraba a jugar al fútbol y tenía prometido el fichaje en un equipo filial del Deportivo de La Coruña es el último inmolado por haber dicho en las redes sociales, unos años antes, lo que no debía haber dicho o no era conveniente decir. A los 17 años, este doncel, cuando apenas se era imberbe, escribió lo que no debió haber escrito, o no era conveniente escribir, y, que se sepa, es hasta ahora el último pez caído en la red de una memoria que va cazando cada día a incautos o tramposos, vaya usted a saber, de derechas y de izquierdas, altos y bajos, jóvenes y viejos, más cultos y menos cultos, que en un momento de su vida cometieron una tropelía, tal vez una prisa o, quizá, un desafuero. De momento se ha quedado sin contrato ya anunciado. En cuanto al Depor le llegó la información de que a los referidos 17 años había anotado, por motivos que no han trascendido, que “puta Depor, puta Riazor”, opinión que ya no está vigente en las redes, desechó su fichaje. El club ha echado mano de valores en una taxonomía ideal del deporte y ha decidido que adiós. Dadas las condiciones del acontecimiento, hay opiniones para todos los gustos.
      Se desconoce, al menos no se ha explicado en ningún medio, quién o quiénes fueron los autores del descubrimiento del pecado; tampoco si este fue estocástico, es decir, como resultado de un proceso aleatorio como ocurre con las tiradas de un dado o. por el contrario, ya era conocido de su descubridor y solo tuvo que acercarse al cuerpo del delito para airearlo convenientemente; igualmente, aunque algo más bien malévolo se puede intuir, se ignora si la intención del declarante era aviesa, producto de alguna animadversión ya antigua y cosificada o la consecuencia de un enfado del momento. El caso es que, siendo imprescindible conocer estas y otras circunstancias para valorar moralmente el acto, hasta el momento nada ha trascendido.
      Mal asunto este de la aparición de un ejército de rastreadores del pasado, cual exploradores de un Funes memorioso borgiano, a la búsqueda de tropiezos (muy graves, graves, leves…) del personal. Porque, como todo proceso inquisitorial de totalidad, acaba muy lejos del punto de donde se salió. No olvidemos, dice J. L. Borges en el “Libro de los seres imaginarios” al Goofus Bird, pájaro que construye el nido al revés y vuela para atrás, porque no le importa adónde va, sino dónde estuvo.

Publicado el día 24 de julio de 2015

Pensamiento lateral

     Insistía el gran filósofo Isaiah Berlin en que, simplificando y generalizando, nuestra tradición cultural de Occidente se fundamenta en el convencimiento de que todo problema tiene una única respuesta cierta y que cualquier solución diferente es una desviación viciada. Que el pensamiento lógico en el que nos apoyamos a la hora de entender lo que pasa, hablar de nuestras cosas o de interpretar lo que nos cuentan se basa en esa creencia. Que, como dice el chiste, dos y dos son cuatro y ya está. Aunque bien es verdad que hay otra historieta que narra que el maestro, harto ya de que Juanito insista una y otra vez en que 2x3 son ocho, acaba enfadado gritándole que, como mucho, siete, pero que ocho en ningún caso.
      Pero la broma cariñosa sobre la paciencia del maestro abre un camino teórico la mar de interesante sobre los modos lógicos de nuestras maneras de pensar y expresarnos. Porque nuestra mente tiene la capacidad de evitar el camino recto y abrir sendas complementarias de ponderación. Es el caso de la silla, un objeto para sentarse pero que también sirve de escalera. Mediante lo que se llama el pensamiento lateral, la inteligencia desbroza rutas de una aparente sola respuesta y con innovación y creatividad abre insólitos horizontes de cálculo con respuestas ingeniosas y avispadas.
     Ejemplos de problemas que permiten una solución lateral los hay a montones. «Un hombre entra en un bar y le pide al camarero un vaso de agua. El barman se arrodilla buscando algo, saca un arma y le apunta. El hombre dice «gracias» y se va». La respuesta lateral es que el camarero se da cuenta de que su cliente le pide agua porque tiene hipo y decide cortárselo con un buen susto. Es este un sistema que utilizamos todos en algún momento, cuando, por ejemplo, hay que explicar o justificar algún desliz cometido. Pero son los personajes públicos los verdaderos expertos si se ven obligados a justificar lo injustificable. Un par de ejemplos: Florentino Pérez, presidente del R. Madrid, avala que Casillas se ha marchado del club “libre y voluntariamente”. O el gobierno asegura, al bajar el IRPF tan deprisa, que ni se le ha pasado por la cabeza, ¡faltaría más!, pensar en razones electorales. Una persona vive en un décimo piso, se tira por la ventana y no se mata. Simplemente porque lo ha hecho desde el primer piso. ¿Quién ha dicho que ha saltado desde su casa? Y así pues todos tan a gusto.

Publicado el día 17 de julio de 2015

Ojo con los cambios cosméticos

        Si es verdad eso de que las palabras las carga el diablo, mucho tiento habrá que poner para decir lo que se quiere decir y hablar de lo que se quiere hablar. De otra manera todo puede quedar en zarandajas y fruslerías como se aprecia en los recientes cambios en el gobierno y el partido que lo sustenta. Tras los anuncios, todo ha quedado en la fábula del parto de las montañas: un ostracismo; algunos ascensos de segundo nivel, con una fotografía la mar de artificiosa; y una boda, que Maquiavelo expresamente hubiera lamentado. Pero no se trata de hacer aquí y ahora una reflexión política. Lo decidido ahí está y, mientras a algunos les ha parecido correcto, otros han lamentado su escasa enjundia. En todo caso ese desenlace ha merecido los calificativos, más o menos, de ligera, liviana, superficial, vaporosa… y cosmética...
      ¡Cosmética! Es el término que más se utilizado por unos y por otros: un cambio cosmético. Y ahí ha surgido el verdadero problema, lo que a fin de cuentas interesa. Porque ¿saben sus señorías que de la cosmética viven más de 200.000 personas en España y que ocupa la sexta posición en el ranking mundial de exportaciones? No hay que sacar las cosas de quicio pero la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética, con una elegancia que les honra, ha sugerido que se abandone ese sentido frívolo del vocablo para que se dé a las cosas la importancia que merecen. Si cada espacio social tiene sus palabras, la contraria es igual de verdadera: cada palabra tiene el suyo, el rincón en el que habita.
     Pasa lo mismo con la palabra “político”. Significando entre otras cosas la actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos, hay quien trata de evitarla cuando están ejerciendo esa precisa tarea. Otra cosa es cómo se haga, eso es lo que importa. Pero con esa condición hay que nombrarlos. Asegurar, por ejemplo, que ya por fin la ciudadanía ha entrado en las instituciones, es como decir que los otros y anteriores hubieran sido extraterrestres. O la simpleza de que ahora han llegado profesores, parados, amas de casa... ¿Quiénes eran los que había antes sino eso mismo? La última, en Cataluña: para asumir y gestionar el poder público, hacer una lista de “no políticos”. Sabiendo que, como dice Alicia, en “A través del espejo” que las palabras signifiquen tantas cosas, se habrá que ser muy cuidadoso para evitar sesgos malsonantes y por supuesto falsos.

Publicado el día 10 de julio de 2015

Los tramposos. El problema

       El conjunto de personas que pertenecemos a la especie humana (y que es aplicable a otras animales), se compone, a juicio de los sociobiólogos, de individuos tramposos e incautos. Naturalmente los dos tipos no son siempre contornos nítidos y completos sino que, al estilo de como funciona la vida, siempre hay un más o un menos. Pero así sí que se pueden distinguir ambos perfiles: los incautos son aquellos que brindan su ayuda a todos sin mirar si después van a recibir o no las contraprestaciones que puedan necesitar. De los tramposos, ya se sabe, son quienes aceptan asistencia y auxilio de los demás pero luego no corresponden cuando los otros le requieren su apoyo. Viene a cuento esta hipótesis cuando se trata de explicar el altruismo, uno de los comportamientos que más pueden chocar aparentemente con la teoría darwiniana, hoy universalmente aceptada, de la selección natural. Si la tendencia espontánea es tratar de subsistir, si somos “máquinas de supervivencia programados automáticamente”, difícil resulta enfrentarnos, desde el punto de vista científico, al concepto y a la práctica del altruismo, una realidad que encontramos tantas veces en la vida.
      La cuestión que se plantea al hilo de esta distinción es la de la propia pervivencia de la sociedad. Ya se sabe que en los números máximos la naturaleza procura el equilibrio y es por eso que el número de varones y de hembras tiende a ser igual pero, si nos referimos a un grupo social más limitado en número, el conjunto de posibilidades, como se puede uno imaginar, es tan amplio que es difícil de resumir. Imaginamos un grupo social compuesto de 100 personas y empecemos a distribuir que si tantos de un tipo y tantos de otro…
       Lo que sí parece, al menos a primera vista, es que cualquiera que fuese la composición numérica del grupo, siempre los tramposos tendrán ventaja. En una población de incautos el resultado promedio para un incauto es bueno pero, en cuanto surja un tramposo, este ganará y sus genes se propagarán victoriosos. La venganza de la evolución es que una sociedad de tramposos acabará destruyéndose naturalmente a sí misma. Y es que, como dice ya el título de un libro de Adela Cortina, hasta un pueblo de demonios, para sobrevivir, necesita de unas reglas que todos deben cumplir. El gran problema de la especie humana está en cuáles deben ser estas normas y qué alcance e ideología pueden y deben soportar.

Publicado el día 3 de julio de 2015

El cómputo que se nos avecina

     La verdad es que no hay quien entienda algo. Va uno por la calle y no percibe ni preocupación ni ansiedad alguna en los rostros de la gente. Solo los enredos de estos días, que si el tal Zapata, famoso ya en toda la galaxia, es un delincuente, si Sánchez un extremista peligroso, si Rajoy miente más que habla… total, asuntos de poca enjundia, pero nadie está pendiente de lo que realmente importa. Y menos aún preocupado. Sin embargo, son dos informaciones de estos días. Ambas sobre el calendario y que, cada una a su manera, van a modificar nuestra referencia cronológica y vital. Una asegura que “el Servicio Internacional de la Rotación Terrestre ha decidido que el último minuto antes de las 2 de la madrugada tendrá 61 segundos por las minúsculas variaciones de la duración del día que se acumulan”. Será alargar el tiempo. Y, aunque siempre habrá más de un atolondrado que no valore la trascendencia de esta medida, tendremos un segundo más de posibilidades cosmológicas y antropológicas.
         Pero la otra noticia sobre el calendario habla de que el papa pretende que la Semana Santa se celebre siempre en las mismas fechas. Tal vez alguien no lo crea pero, más allá de la feria de Abril de Sevilla, este es uno de los tres grandes asuntos principales de que se ocuparon los sabios durante más de diez siglos (condenas, herejías…). Y, aunque sea un propósito inicialmente religioso, aquí sí que detrás de ello hay discusión para dar y tomar. Por lo pronto supone un posicionamiento en el largo y casi eterno debate entre los grandes partidos cronológicos del mundo: los partidarios del Sol y los que son de la Luna. Menudo asunto es éste: cuando Julio César, aconsejado por Sosígenes, astrónomo de Cleopatra, apostó por el movimiento del Sol alrededor de la Tierra produjo una escisión cultural y de civilizaciones de alcance incalculable de cuyo desorden aún estamos presos.
        Desde la minucia de la fecha del pago de las deudas hasta la celebración de la Pascua de Resurrección, las grandes decisiones de la Humanidad están constreñidas por el calendario. “Extírpese el cómputo del mundo, dijo Casiodoro, y todo será ignorancia ciega”. (Y eso que aún no había semana santa propiamente dicha). Hablando en broma, hablando en serio, “no es asunto del hombre saber el orden en que ha puesto Dios los momentos”, dijo Beda allá por el año setecientos. Dos asuntos de lo que verdaderamente nos incumbe.

Publicado el día 26 de junio de 2015

Puerta principal y puerta falsa

      Ya sabemos que toda época o ambiente tienen un correlato discursivo, es decir, cada momento histórico, cada escenario de la vida manejan su propio lenguaje que sirve para identificarlos y definirlos. Hace como 2.500 años ya lo explicaba Platón cuando aseguraba que los regímenes políticos tienen cada uno su lenguaje como si se tratara de seres vivos; hay un lenguaje propio de la democracia, otro de la oligarquía y otro, a su vez, de la monarquía. Pero cuando se rompen los moldes de lo que está convenido, aparece la “crisis gramatical” que dicen.
      Y se rompe cuando el alegato quebranta los límites establecidos, cuando se insulta al sistema. Y esto hay básicamente dos formas de hacerlo. Una más basta, que no se atiene a estructuras encubiertas, quizá menos inteligente, y que sin más ni más deja las vergüenzas sobre la mesa. Y hay otra más sutil, más académica en sus formas dialectales, que, como diría Cervantes, encubre más lo humano, que algunos llamarían de chaqueta y corbata. Más suave en las formas pero en el contenido más grave. Para entrar al ayuntamiento a gobernarlo no hay más que una vía y una puerta, la de los votos, la de la decisión sumada de todos y cada uno de los ciudadanos que se han expresado y, naturalmente, gana y gobierna quien lleva el saco más grande y la alforja más llena. Es una verdad tan obvia que no se entiende cómo hay quien intenta manipularla. Es nuestro sistema desde hace un montón de años y de él se han servido, lógicamente, todos los que han competido en el mercado de los votos. Y sonroja que haya quien lo demoniza cuando no le favorece y lo utiliza cuando el resultado le es propicio. Además de que es una falacia, dicho de esa manera, lo de la lista más votada porque chirría con el sistema proporcional que rige nuestra democracia. (A modo de ejemplo, el método de Cordorcet que, como saben los expertos, acaba en paradoja por su simetría o las múltiples teorías de los juegos).
      Hay cosas que no se pueden decir ni en broma, ni en momentos máximos de campaña electoral, ni como parte de una estrategia. Hablar de que existen diversas puertas de entrada al ayuntamiento no solo no es verdad sino que hace daño a todos porque quebranta la armonía imprescindible para la convivencia, genera innecesariamente tensión pública, enrarece el ambiente de diálogo y zahiere a la ciudadanía. Y descalifica, al menos, políticamente a quien lo hiciera.

Publicado el día 19 de junio de 2015

¿Fusilar a los corruptos?

       Fusilar al amanecer, tras juicio sumarísimo, a todo corrupto es la única pena que aún no ha propuesto, que se sepa, ningún partido, ningún grupo, ningún colectivo. Pero, aunque aún falta esta puntilla, improperios y proposiciones de castigos de todo tipo sí que están a la orden del día en proclamas y manifiestos. Lógico y normal, diría cualquiera a quien se le pregunte. Hoy no es posible ningún discurso que no incluya como sentencia preferente la condena más radical de la corrupción, desde señalamientos con el dedo acusador hasta autos de fe virtuales, una nueva experiencia de este tiempo.
       Pero, siendo razonable todo lo anterior, cuando llegan los tsunamis nunca es prudente ni acertado dejarse arrastrar por la corriente, a lo loco, sin reflexión, porque de esta manera lo que podemos acabar haciendo en enlodar todo el asunto, revolverlo todo, confundir conceptos y a fin de cuentas dejarse llevar por la corriente sin resolver gran cosa. Son los fuegos de artificio como solución final. Bernard de Mandeville escribió la fábula de las abejas o cómo los vicios privados generan beneficios públicos: una colmena en la que todos, absolutamente todos, estaban corrompidos, lo que hacía la felicidad general. Hasta que a algunas abejas se les ocurrió probar la virtud y de ahí se siguió muy pronto la ruina más completa.
      Ocupados en gritos y arengas, parece que nadie quiere corregir nada. Nadie habla de repensar y de reestructurar las administraciones para que su eficiencia quite señuelos; nadie dice de mejores y más eficaces sistemas de organización y control; nadie se acuerda de profundizar en la gestión del estado autonómico tan lleno de contradicciones y duplicidades. Valga un ejemplo de los muchos: ¿a alguien se le ha ocurrido plantear una reforma de la administración andaluza, monstruo ingobernable y caótico, con una centralización abusiva que hace imposible, por muy buena voluntad que se ponga, poder ser controlado?, ¿tan difícil es darse cuenta de que hay que redactar, y cumplir bien, un estatuto de gestión profesional que evite la existencia de tantos aficionados con enormes responsabilidades a sus espaldas? Ya se sabe que siempre habrá pecadores (flacos y quebradizos somos, dice el Kempis) pero habrá muchos más si las condiciones lo facilitan. Como en tantas otras cosas, seguimos como siempre: con remiendos, discursos vacuos y vacíos y ninguna solución de verdad.

Publicado el día 12 de junio de 2015

Los listos y los puros

       Estos días todo el país es un puro conciliábulo, un puro cabildeo. De pronto toda la esfera pública ha quedado transformada en un coro de corrillos, pactando, conviniendo o concertando unos por aquí y otros por allá. De manera que apenas debe quedar rincón, despacho, cafetería, banco de algún paseo… en el que no andan unos y otros que si me das, que si te doy. Y por lo general, en voz baja, en secreto que ya se sabe que las palabras, más aún que las armas, las carga el demonio. Unos, que si se van o no, otros que si esperan llegar. Ya lo dice Sancho: “yo imagino que es bueno mandar aunque sea a un hato de ganado” y por eso tiene el deseo de “probar a qué sabe ser gobernador”. Ocasión óptima por tanto para la dialéctica, la sofística, los silogismos, las falacias y las peticiones de principio. Y para mirar con el rabillo del ojo, lo que antes se hacía a través del abanico.
       Y situación enormemente propicia para que los listos lancen sus retos: a mí me la van a dar estos… y traten de llevarse el gato al agua, aunque ya se sabe que estos animales la odian casi genéticamente. Contaba un alto cargo que venía de la empresa que en una ocasión acudió a Japón con un grupo de colegas a negociar unas transacciones comerciales. Todo había transcurrido de acuerdo a lo convencional (mesa en dos bandas; intérpretes en cada grupo, dada la diferencia de idioma; pausas de vez en cuando para que cada grupo estableciera su estrategia…) hasta que llegó la hora de brindar por el éxito. Fue entonces cuando el líder japonés anunció a los españoles que, dado que todos los negociadores japoneses hablaban perfectamente el español, a partir de ese momento solo se hablaría en nuestro idioma. Pero el verdadero problema para que se llegue a acuerdos, por otra parte imprescindibles, son los puros, los perfectos, los que en tantas ocasiones son los que mejor saben guardar sus villanías y que ahora están saliendo como hongos. Ocultando, como siempre, las desgracias y las miserias de la gente y más pendientes de gloriosos y afamados autos de fe. Más de uno debería leer (o releer), por ejemplo, “Las manos sucias de Sartre”.
       Pedía don Quijote a Sancho en su programa electoral, que no otra cosa es el discurso que en dos partes le ensarta para su gestión en la Barataria, que ni usara la ley del encaje (mediante la que los ignorantes presumen de agudos) ni nunca olvidara el origen de su linaje.

Publicado el día 5 de junio de 2015

Época de mudanzas

      Recordaba no hace mucho José Manuel Atencia un cuento de Julio Cortázar que habla de un hombre que vendía gritos y palabras. Las cosas le iban bien, aunque había demasiada gente que discutía los precios y solicitaba descuentos. El hombre accedía casi siempre y así pudo vender gritos, suspiros y un montón de palabras que luego eran utilizadas como consignas, eslóganes o falsas ocurrencias. Un día decidió presentarse ante el jefe de su país para hacerle una oferta irresistible: le vendo sus últimas palabras. Son muy importantes, le dijo, ya que con ellas se asegurará de que le va a salir bien su discurso en el momento en que las necesite. Serán justo las palabras que le convendrá decir en el duro trance de despedirse, le espetó.
     Y es que, como sin darnos cuenta y a la chita callando, estamos metidos de lleno en una época de mudanzas, de idas y venidas, de despedidas y de saludos. Bien es verdad que el ruido en la plaza y en el ágora tiene otros lenguajes, maneja otros sonidos y tiene el foco de atención en otros horizontes pero de lo que de verdad se trata en estos días, nos demos cuenta o no, es de mudar de inquilinos y hasta puede que de muebles. La real tarea que producen unas elecciones, especialmente si los resultados alteran y modifican el statu quo, es el juego de trasiegos (entradas y salidas) a que da origen todo este asunto. A fin de cuentas todos los principios se acaban traduciendo a sitios, lugares y papeles. Y es en la negociación con las empresas del ramo donde algunos se muestran proteicos cambiando de formas aunque no de ideas mientras otros aprovechan para dar el esquinazo, olvidándose de que las paredes tienen oídos, como le recuerda ampliamente doña Rodríguez a don Quijote después de evitar que su marido continuase porfiando, con la gorra en la mano, por seguir al alcalde.
       Es curioso (y sería cruel e insoportable si no fuera porque sabemos el terreno en el que está instalado Cervantes) pero el autor da testimonio de que su mujer, en el regreso a casa al final de la primera parte, “así como vio a Sancho lo primero que le preguntó fue que si venía bueno el asno”. Porque a fin de cuentas en esto de traspasos de lo que en el fondo se trata es de ir y venir, que es salir y entrar, y en ese recorrido pasa lo que tantas veces en la vida que, según como se entre, así se sale. Y así es útil y no viene mal como remedio la oferta del cuento de Cortázar.

Publicado el día 29 de mayo de 2015

¿Gobernantes al infierno?

       Mal le pinta, al decir de algunos ilustres pensadores, el éxito en la otra vida. Difícil parecen tener el camino al cielo y sí muchas papeletas para quemarse en las calderas de Pedro Botero. Conocida es aquella aterradora sentencia de san Juan Crisóstomo: “imposible me parece que ninguno de los que gobiernan se salve”. Y el padre Feijoo añade los temores del papa Pío V, luego santo, cuando decía que, siendo religioso particular, tenía grandes esperanzas de salvarse; que, cuando le hicieron cardenal, empezó a temer; y, hecho papa, casi vivía desesperado de la salvación. Porque el peligro amenaza a todos: reyes, cardenales, obispos…
      ¿Significa eso que ser gobernante es algo metafísicamente malo y por consiguiente todos los que ejercen esa tarea acabarán sin remedio en el fuego eterno?, ¿quiere ello decir que los términos gobernante y bueno son contradictorios y nunca pueden coincidir? En todo caso, siendo tan imprescindible para los asuntos públicos la existencia de personas que ejerzan esta función, sería un contrasentido teórico que todos los que pasen por esa responsabilidad tengan que ir al infierno, tal como asegura el santo citado. A lo mejor en esto es la vía de los hechos, como en tantas cosas de la vida, la que resuelve los problemas teóricos. Andaban el dios Mercurio y Caronte comentando los acontecimientos políticos de España (Alfonso de Valdés, consejero de Carlos I. es el autor de este diálogo) mientras iban llegando ánimas a realizar su postrer camino. De toda clase y condición y, entre ellas, algunos que habían ejercido el poder político, religioso, económico... Una vez contaban lo que había sido su vida y las justificaciones para su comportamiento, unas iban al cielo y otras, naturalmente, al infierno. “¿Tú pensabas, pregunta Caronte a una, que eras rey para provecho de la república o para el tuyo?”; “¿Quién es rey sino para su provecho?”, responde el interpelado. Y, claro, pues ya se puede uno imaginar su destino final. Hasta que en el desfile viene otro, que también había ejercido altas responsabilidades y que presenta como aval haber conseguido que “los jueces no tuvieran trabajo”. Y, ¡hala!, para el cielo.
      Pues a lo mejor este sería un buen baremo para juzgar a unos y a otros. Aunque tal como están ahora las cosas, barrios hay en los que habrá que ampliar los infiernos. (Mediante un correcto plan de urbanización. Que aquello es muy serio).

Publicado el día 22 de mayo de 2015

Candidato, "candidus"

      Es muy posible que, si exigiéramos a los candidatos que vistieran de blanco, cuando menos se sorprendieran de la sugerencia y, de ser curiosos, se interesaran por los motivos de esta proposición. ¿De blanco?, ¿por qué y para qué? Habrá seguro más de uno que conozca la historia, pero es el caso que el término que designa su situación presente –candidato- tiene su origen en la palabra cándido, que originariamente significaba blanco, es decir, inocente, sin malicia. En Roma los ciudadanos que optaban a ser cónsules debían ir vestidos durante la campaña electoral con una toga blanca, “candida”, tanto para ser identificados por los electores como para indicar que eran unos perfectos ciudadanos cumplidores de todas sus obligaciones. ¡Faltaría más!
      Hablando precisamente de campañas electorales, es interesante y curioso ayudar a los que andan sufriendo prometiendo el oro y el moro y tratando de derrochar simpatía a unos, a otros y a todos, que hay un manual muy atractivo y curioso de campaña electoral que les puede ayudar en su difícil tarea. Resulta que Marco Tulio Cicerón quería ser cónsul, como efectivamente lo consiguió en el año 63 a.n.e., y su hermano Quinto, aun reconociendo los enormes méritos de Marco, se atrevió a prepararle un breve texto que resulta maravilloso.
       Precisamente este manual, cuya autenticidad ha sido discutida pero que a los efectos de su utilidad es una cuestión baladí, se dice que hay tres cosas en concreto que conducen a los hombres a mostrar una buena disposición y dar su apoyo en unas elecciones, a saber, los beneficios, las expectativas y la simpatía sincera. Son tres procedimientos que los candidatos, de una u otra forma, utilizan en sus prédicas. Lo malo de ello es que, según múltiples informaciones de los últimos tiempos, muchos de ellos, una vez conseguido el cargo, han cambiado la estructura de la oración gramatical, del sujeto y el complemento directo, y transformado una oración activa en otra pasiva de manera que los beneficios que, en buena lingüística, son para los votantes, han pasado a manos de los votados y así menudo lío que está formado. Seguro sin embargo que los más simpáticos de todos ellos (y todo legal) han sido, según se cuenta, Trillo y Pujalte. ¡Ahí es nada la candidez de una empresa pagándoles unos miles de euros al mes por un par de charlas tomando café! Una situación verdaderamente blanca y cándida. ¿A que sí?

Publicado el día 15 de mayo de 2015

Hablar en sinécdoque

      Aún sin saberlo, lo estamos haciendo a cada rato. Utilizamos la sinécdoque cuando le pedimos al compañero que nos eche una mano y no esperamos que se la corte o aseguramos trabajar por ganarnos el pan y nadie espera que sea el único alimento que nos llevaremos a la boca. Consiste en designar un todo con el nombre de alguna de sus partes, o viceversa. Nos pasa mucho cuando se dice lo que se asegura que no se ha dicho pero sin embargo se está diciendo. Son esas veces en las que las palabras nos traicionan y, como aseguran los apuntes de J. Austin, acaban haciendo cosas. Todo esto lo estudia la pragmática, una ciencia del lenguaje que se ocupa de qué es realmente lo que decimos, más allá de las palabras que estamos utilizando. Afortunadamente, dicen los lingüistas, tenemos el cerebro entrenado para deducir mensajes lingüísticos implícitos: de otra manera casi tendríamos que llevar una navaja en el bolsillo para cortarnos la mano si, queriendo ser obsequiosos, alguien nos pide que se le echemos.
      Pero, claro, esta cualidad que garantiza la integridad de la mano, nos permite también destapar las sinécdoques enojosas y lamentables. Si, por ejemplo, decimos que vamos a mantener un “diálogo respetuoso y argumentado” con alguien, sin que esta salvaguarda se utilice en el anuncio de otras conversaciones, estamos descubriendo nuestras debilidades y nuestra inferioridad. Sin decirlo, estamos explicando el mal trago que implica la plática y la preocupación de, a ver, que no se enfade el interlocutor, no sea que nos dé con la puerta en las narices. Si no ¿por qué decirlo aquí y ahora? Hubiera bastado con el anuncio convencional y acostumbrado. Así hasta se pone en solfa el decorado y la escenografía del lugar en el que se celebrará “el diálogo respetuoso y argumentado”, como aquellas puertas bajas que obligaban al visitante a agacharse al entrar a agasajar al jeque. Una sinécdoque que, sin pretenderlo, deja claro quién se sienta en el sillón, marca el camino y tiene el hisopo.
      Y, hablando del respeto, no estaría mal recordar aquello de “Y aquí, para entre los dos / si hallo harto paño, en efeto / con muchísimo respeto / os he de ahorcar, juro a Dios!”. Un texto que viene a continuación de: “Con respeto le llevad… y con respeto un par de grillos le echad”… En la dialéctica del “diálogo respetuoso y argumentado” se descubre el reparto de papeles y quién va a ahorcar a quién.

Publicado el día 8 de mayo de 2015